Un estudio liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) asegura que los usos medicinales de los escarabajos conocidos popularmente como aceiteras (coleópteros del género Berberomeloe), permitieron su integración en la cultura de los primeros pobladores de la Península Ibérica. El trabajo, demuestra que estos insectos ya formaban parte del paisaje mucho antes de la llegada del hombre moderno.
Este coleóptero, uno de los más grandes de Europa, es reconocible por su abdomen alargado de color negro atravesado por bandas anaranjadas o rojas. Tiene en sus tejidos cantaridina, un compuesto orgánico muy tóxico que es expelido ante cualquier amenaza. Históricamente, esta sustancia se ha empleado en medicina y veterinaria en el tratamiento de afecciones de la piel, pero también como afrodisíaco e, incluso, como un potente veneno.
Este estudio demuestra que el uso de estos insectos con fines medicinales en humanos y en el ganado se ha estado realizando en la Península a lo largo de toda la historia. El trabajo combina metodologías procedentes de disciplinas tales como la sistemática molecular y la etnología, afirma Mario García París, investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
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