La Cristalografía, eje clave de la serie Breaking Bad, parece estar en auge. Su protagonista, Walter White, pasó de ser un anodino profesor de Química en Albuquerque a convertirse en el mejor fabricante de metanfetamina del mundo gracias a sus magistrales conocimientos de Cristalografía.
Ahora, la UNESCO ha declarado 2014 como el Año Internacional de la Cristalografía, una disciplina que estudia la estructura ordenada de los cristales. Pero no de cualquier cristal, como los que encontramos en las gafas (son vidrio y su composición está desordenada).
La Cristalografía es la responsable de que hoy utilicemos el dentífrico para limpiarnos los dientes –que, a su vez, son cristalinos–, la vitrocerámica con la que cocinamos la comida, y hasta materiales de última generación para construir aviones y dispositivos electrónicos, como ordenadores y teléfonos móviles.
A veces, los cristales crecen dentro de nuestro organismo y son los culpables de las dolorosas piedras del riñón y de la gota, que se solucionan gracias a otros cristales presentes en antibióticos y medicamentos. El descubrimiento de los rayos X supuso una revolución para la disciplina, que experimentó su cénit al desentrañarse los misterios estructurales del ADN.
El Año Internacional de la Cristalografía reivindica su importancia y su multitud de aplicaciones, algunas tan sabrosas que resultan indispensables para la industria agroalimentaria. Por ejemplo, la manteca de cacao –el ingrediente más importante del chocolate– cristaliza en seis formas diferentes, pero solo una de ellas se funde agradablemente en la boca y tiene el brillo superficial y la dureza quebradiza que la hace tan suculenta.
El descubrimiento de los rayos X a finales del siglo XIX marcó un punto de inflexión en esta disciplina. De estudiar únicamente la forma externa de los cristales, con estos rayos, los cristalógrafos pasaron a conocer por fin de qué estaban hechos, cómo era su composición y su compleja estructura. Es una ciencia que tiene fuertes raíces en España (actualmente hay 50 grupos de investigación dedicados a esta ciencia) y está viviendo una fructífera etapa con el acelerador de partículas ALBA.