Ya lo decía Schopenhauer. “Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa”. Pero, ¿por qué diría esto? ¿Es que acaso la memoria puede ser manipulada a nuestro antojo? Pues nada menos alejado de la realidad. El estudio de neurociencia cognitiva ‘How Your Memory Rewrites the Past’ publicado recientemente en la revista Journal of Neuroscience revela que nuestra memoria es una gran manipuladora, y es que se encarga de integrar momentos de la actualidad en recuerdos del pasado para que encajen mejor en nuestro presente. Normalmente, con el fin de hacernos sentir mejor con nosotros mismos.
Donna Jo Bridge, principal autora de este estudio, ha descubierto que el hipocampo es el responsable de este proceso. En este área del cerebro es donde los recuerdos originales son manipulados y distorsionados. Parece que hasta los momentos más emotivos que recordemos, como el primer encuentro con nuestro amor verdadero, han sido distorsionados por los sentimientos actuales de afecto y amor en el hipocampo.
No lo recuerdo. Pero si lo dices, será cierto
Para llegar a esta conclusión, los investigadores sometieron a un experimento a 17 sujetos, quienes debían recordar la posición exacta de 168 objetos, que fueron mostrados sucesivamente en una pantalla de ordenador en distintos fondos de pantalla. Mientras tanto, un sistema de imagen por resonancia magnética medía su actividad cerebral para registrar las modificaciones que iba haciendo la memoria.
En la segunda fase del experimento, se les mostró los mismos objetos pero en fondos de pantalla distintos. El resultado fue que los sujetos no acertaron la posición de ninguno de los objetos. Por último, en la tercera y última fase, los investigadores mostraron de nuevo a los participantes las imágenes, pero esta vez debían escoger entre tres posiciones: la original, la que ellos seleccionaron en la segunda fase y una nueva. Los sujetos eligieron la posición de los objetos que ellos indicaron en la segunda parte del experimento.
Los investigadores culparon del error a la memoria de los individuos, responsable de modificar la localización inicial (recuerdo original) del objeto por la que ellos creyeron posteriormente que era verdadera tras cambiar el fondo de pantalla de los objetos. Un estudio que certifica que la memoria transcribe el pasado con la actualización de nuevas experiencias.
Algunas personas creen que pueden reproducir a la perfección un acontecimiento de su infancia. Incluso relatar detalles concretos de los primeros años de vida, como las primeras palabras habladas o su primer chupete. Sin embargo, es algo ficticio. Diversos neurocientíficos califican de improbable este hecho porque el área encargada de formar los recuerdos, el hipocampo, aún no ha madurado lo suficiente como para almacenar un recuerdo de larga duración, y que pueda ser recuperado alcanzada la edad adulta. En este caso, la fabricación del falso recuerdo se podría atribuir al relato de un suceso de nuestra infancia contado por un familiar. Y es que los recuerdos se forman en comunidad con los otros. Es decir, mediante la comunicación. Por eso, para el psicólogo Harald Welzer, los acontecimientos que recordamos «no son como sucedieron, sino como nos dijeron que fueron».
El problema es que la memoria también puede manipularse desde el exterior. Neurocientíficos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT (EE UU) han demostrado que pueden implantar falsos recuerdos en el cerebro de ratones y que muchos de los rastros neurológicos de estos recuerdos dejan son exactamente idénticos a los de los recuerdos originales.Y es que la memoria, además de ser manipuladora, puede ser manipulada, hasta tal punto de hacernos creer como cierto algo que nunca sucedió. Ya en la década de los 90, la psicoterapia de sugestión utilizaba técnicas de imaginación guiada para implantar falsos recuerdos en la memoria de pacientes con problemas de depresión y ansiedad para conseguir modificar determinados comportamientos o actitudes.
Actualmente, los experimentos de la investigadora Elizabeth Loftus, de la Universidad de Washington, demuestran que se pueden implantar recuerdos artificiales en memorias ajenas. En uno de sus estudios, llegó a introducir en la memoria de un 16% de los participantes que habían presenciado posesiones demoníacas. También hizo creer a otros participantes que se habían cruzado con un Bugs Bunny drogado en Disneyland y que les había chupado las orejas. Suceso ficticio e improbable de acontecer porque el personaje de dibujos animados es mascota de la Warner Bross, no de Disney.
Estudios como este demuestran que la realidad sigue superando la ficción. Los descubrimientos en el campo de la neurociencia cognitiva abren la puerta a un mundo en el que la fragilidad y la maleabilidad de la memoria es cada vez más palpable. Un mundo en el que los recuerdos serán cada vez más vagos e imprecisos y la vida que creíamos haber vivido perderá credibilidad con el paso del tiempo. Ahora, con el pasado desdibujado, solo queda esperar a ver si los recuerdos que nos implantarán en el futuro servirán para hacernos olvidar experiencias traumáticas, o si, por el contrario, reafirmarán la premisa de que el ser humano es un ser fácil de manipular para la consecución de objetivos específicos.
Y tú, ¿qué recuerdo desearías que te implantasen?
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